jueves, 7 de noviembre de 2013

Tierra arcillosa, arenosa y turbera.

Tierra arcillosa


La tierra arcillosa consta de partículas muy pequeñas que están muy cerca una de otra. Por eso, se considera un suelo pesado con una estructura fija. La arcilla nunca está completamente pura en el sustrato, sino que se encuentra íntimamente ligada con la materia orgánica. Cada otoño, es conveniente remover la tierra arcillosa y proveerla de material orgánico como, por ejemplo, compost casero. 
Como la tierra arcillosa retiene muy bien el agua, casi no hace falta regar. Por otra parte, en períodos lluviosos, el agua se quedará en la superficie. A pesar de ello, los terrenos arcillosos tienen mayor fertilidad potencial que otros tipos de tierra, pues pueden proporcionarle a las plantas mayor cantidad de nutrientes.

Tierra arenosa

La tierra arenosa consta de partículas grandes, que están sueltas y apiladas, unas encima de otras. Las plantas en un suelo de estas características casi nunca sufren falta de oxígeno, pero la sequía sí que puede dar problemas. Por eso, antes de la plantación, se aconseja mezclar la tierra con abundante material orgánico y regar periódicamente cuando no llueva. Hay que suministrarle agua con mucha frecuencia, pues este tipo de suelo se caracteriza por su incapacidad para mantener líquido. 
Para un buen crecimiento de las especies es, por tanto, deseable abonar por lo menos cada primavera para subsanar las pérdidas de nutrientes que se producen en las raíces por el arrastre de minerales que lleva consigo el riego abundante. 

Turbera

La turbera es una mezcla de tierra con restos de plantas podridas y semipodridas, así que es, por naturaleza, un tipo de suelo rico en material orgánico. Un posible problema es que el terreno esté demasiado húmedo, o que el nivel de la capa freática sea muy alto. Este inconveniente se puede remediar plantando los árboles, arbustos y plantas vivaces en un pequeño levantamiento. De este modo, las raíces penetrarán más profundo en la tierra y tendrán una vida más larga. 
Por otra parte, debemos recordar que un suelo sano es un suelo vivo y activo. Esta vida subterránea es necesaria para conseguir y mantener un suelo suelto, fértil y sano. La enorme variedad de seres vivos que habitan en el subsuelo, donde convergen una serie de minúsculos y desconocidos seres vivos, es vital para el futuro ecológico del planeta.



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